Aun recuerdo las enredaderas de
sus iris,
celestes como el claro cielo
vuelto bosque,
de ramas que en roses y curvas
van,
firmes al encuentro de su
pupila negra.
Entre estas ramas, un día, me
pareció ver,
su cuerpo enredado al mío, pero
se alejó ella...
Dime ¿Como borrar esa imagen en
mi ser?
¡Y no solo vi sus ojos, también
su boca!
A veces la esperanza es tan
clara,
que nos persigue con sus
formas,
al tiempo que un suspiro roba,
del corazón, que la desea
alcanzar.
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Y luego de la visión de la
hermosura,
de ver a la dicha fijo a los
ojos…
¿Se la dejará en el olvido por
la ausencia,
si al menos una posibilidad
hubiera?
Javier R. Cinacchi
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